Aunque reconozcamos
nuestra naturaleza verdadera,
en vida del cuerpo
no podemos
evitar la consciencia.
La percepción se convierte
en un juego maravilloso.
Siempre y cuando
no nos identifiquemos
con nada,
ni siquiera con el vacío.
Una vez reconocida,
nuestra naturaleza
ya no se olvida.
Pero siempre
tenemos la opción
de entrar y salir
del personaje
del pensamiento.
Incluso de perdernos
en él, siguiendo el karma
que un día se llevará
nuestro cuerpo.