Como creemos ser la persona
que lleva nuestro nombre
y cuya forma es el cuerpo.
Dividimos el mundo en dos,
nuestro cuerpo por un lado
y todo lo demás por otro,
dando así nacimiento
a la dualidad.
Donde opera el pensamiento,
guiándonos para lograr
todo aquello que percibimos
como ajeno por los cinco sentidos
y que nos completaría.
Al darnos cuenta
de que no somos el cuerpo.
Este vuelve a formar
parte del mundo.
Y descubrimos así al testigo
silencioso que lo observa,
y que ya no es la persona
que habita en el pensamiento.
Si nos establecemos allí,
con el tiempo la dicha y la paz
que verdaderamente somos,
despierta espontáneamente.