La atención aparece,
siempre que la
enfocamos en algo.
Cuando no lo hacemos,
la atención no existe.
Por eso,
dejar la atención en libertad
sin que se quede
atrapada en nada.
Es como ignorar los objetos
particulares y diferenciados
del pensamiento y del mundo.
Y dejarnos simplemente ser,
con lo que la dicha
nos inunda sin más.