Cuando nos convencemos
de que la felicidad permanente
sin rastro de sufrimiento
que todos buscamos.
No reside como nos
dictan los pensamientos,
en los objetos del cambiante
mundo exterior.
Que percibimos a través
de los órganos
de los sentidos.
La mente se vuelve
hacia el interior
y reposa vacía y serena
en nuestra verdadera
naturaleza.
Que sí es la plenitud,
la dicha y la paz
permanentes.