Cuántas veces
no habremos ofrecido
con nuestra mejor intención,
algo importante, apreciado
y querido para nosotros
a alguien cercano.
Y la reacción ha sido
absolutamente contraria
a la esperada,
o simplemente indiferente.
Es nuestra vieja creencia
en un mundo objetivo común
que está allí entre nosotros,
disponible para todos.
Nos cuesta mucho
darnos cuenta
de que vivimos inmersos
en la interpretación subjetiva,
única y personal.
De unos
contenidos conceptuales,
almacenados en la memoria
en forma de conocimiento
y experiencia.
Que poco
tienen que ver con
las nubes y las montañas,
que todos podemos
percibir directamente.
