
Cada vez que olvidamos algo,
lo olvidado sencillamente
ya no está, desaparece.
Solo si lo recordamos
otra vez, sabemos
que lo habíamos olvidado.
Sostenemos nuestro mundo
con los elementos
que manejamos.
Pero como nuestra
capacidad es limitada,
a medida que llegan
contenidos nuevos,
otros pasan al inconsciente
y algunos simplemente
desaparecen en el olvido.
Sabiendo esto,
los caminos devocionales
recomiendan saturarnos
de pensamientos sobre Dios.
Con lo que todos
los demás contenidos,
se apartan para dejar paso
a una nueva realidad
más llevadera,
más satisfactoria
y más a nuestro favor.
Al final, nuestro mundo
se compone de los elementos
que conocemos
y de todo aquello que
hemos experimentado.
Y nuestra vida actual,
se forma con lo que
de ello entretenemos.
Siendo nuestro día a día,
lo poco que sujetamos
en nuestro interminable
diálogo interno.