El problema de no haber
reconocido nuestra
verdadera naturaleza.
Es que nos encontramos
envueltos como personas,
en una película
que no dirigimos
ni hemos empezado.
Y en la que nunca
tenemos la certeza
de lo que pasará
dentro de un momento.
Cambiar esa situación
por la de darnos cuenta
de que lo somos todo.
Y que no
controlando nada
tenemos el equivalente
al control absoluto.
Sin posibilidad
de que nada ni nadie
nos dañe más,
no es ninguna tontería.