La historia personal
que acumulamos,
desde que nos dieron nombre
y comenzamos a aprender
y a tener experiencias.
Determina y condiciona
los pensamientos
que podemos entretener.
Y da lugar al diálogo interno
que no cesa
y nos recuerda constantemente
lo que nos dice que somos.
Esto limita nuestra vida
a lo conocido.
Impidiéndonos escapar
de ese personaje,
de la persona,
del ego que en su rigidez
lucha para que los cambios
no lo arrastren.
O por seguir su propio
rumbo imaginado,
sumido en la insatisfacción
y la angustia.
Pero podemos reconocer
nuestra verdadera naturaleza
y liberarnos por completo
de toda esa innecesaria
carga que arrastramos.
Y que en realidad,
son solo recuerdos,
creencias y pensamientos.
Humo que al soplar,
desaparece.
Si ignoramos todo eso
que con tanto celo guardamos,
podríamos experimentar
la dicha plena y permanente
de ser simplemente lo que somos,
como somos.
Pues ya tenemos de serie
todas las herramientas necesarias,
para resolver cada
situación que enfrentamos.
Y la capacidad para
manejarlas adecuadamente,
disfrutando así
de la vida en plenitud,
en dicha y en paz.