Todos sabemos
que somos,
que existimos,
pero no siempre tomamos
plena consciencia de ello,
ni sabemos lo que en
realidad somos.
Como todos los que
nos rodean,
creemos ser el cuerpo
y seguimos todo lo que
nos dicen
los pensamientos.
Lo que nos hace vivir
como personas
individuales
en un mundo
ajeno a nosotros.
Teniendo que
esforzarnos por
sobrevivir en él
y lograr la felicidad,
esquivando el sufrimiento
y amontonado personas,
experiencias,
conocimientos y cosas.
plenamente satisfechos
y que hemos de soltar
en la muerte,
a partir de donde
no tenemos ni idea
de lo que pasa,
probablemente nada.
Si logramos separar
el cuerpo,
la persona con su historia
y su mundo,
de nuestra sensación
de existir desnuda
sin nada más añadido,
como cuando éramos
niños pequeños,
y nos centramos en ella
sin perderla de vista
mientras vivimos.
Poco a poco se va
identificando ella sola
con nuestro verdadero ser
y la certeza de nuestra
verdadera naturaleza
aflora espontáneamente,
regalándonos serenidad
y paz sin por ello
arrebatarnos el mundo.
Que ahora brilla
siendo uno
con nuestro pleno
gozo de vivir,
mientras fluye a su ritmo,
sin esfuerzo alguno
por nuestra parte.