1841.- Qué más da.


Todos nacemos un día determinado,
en algún lugar entre las montañas,
el cielo y el mar y no en otro.

Desde pequeños,
los habitantes de esa zona
comienzan a describirnos la vida
y el mundo que conocen.

Hasta que acabamos creyendo,
concibiendo y percibiendo
por nosotros mismos, lo descrito.

Así adquirimos,
de alguna manera,
la capacidad de vivir
entre ello.

A partir de ahí,
vamos acumulando
más y más
contenidos similares,
fruto de nuestras
experiencias vitales.

Y rechazando todo aquello
que sea diferente.

Eso es lo que somos
como individuos,
por eso somos como somos.

Y es eso lo que
reconocemos como propio,
como la persona
que lleva nuestro nombre
y habita nuestro cuerpo.

Y desde allí,
tenemos que enfrentarnos
a todo lo que conocemos.

Trazando un camino,
que acaba atrapándonos
en sus propios contenidos.

Pero todos esos contenidos
están en el pensamiento,
con el que
hablamos continuamente,
para sentir y decidir
toda nuestra vida.

Si dejamos de hablar
con nosotros mismos
acerca de los pensamientos,
regresamos sin querer al inicio.

Y la mente original toma el mando,
ocupándose de todo lo esencial
y necesario sin nuestra
colaboración voluntaria.

Pero ignorando las necesidades
de la persona creada
por la descripción del mundo,
que hayamos aceptado cada uno.

Por eso, no se trata
de abandonar
la persona que somos,
sino de manejarla
como el personaje que es.

Utilizarla desde nuestra
verdadera naturaleza,
que es una con la mente original,
donde todo es lo que es
y se vive a sí mismo en paz.

Es más difícil cambiar
los contenidos originales
que nos hicieron
nacer donde nacimos,
cuando nacimos
y con la forma
con la que nacimos.

Pero todo lo demás,
se puede montar
y desmontar
por capas a voluntad.

Dándonos cuenta
de que cualquier cosa
que coincida con
nuestro programa actual,
será más de lo mismo
combinado de otra manera.

Y que por lo tanto,
solo conocer lo diferente
nos permitirá
cambiar de mundo.

Debemos comprender,
que aunque aceptemos
los diversos puntos de vista,
no tenemos que adherirnos
a ninguno de ellos.

Sino usar esa
herramienta maravillosa
que es el pensamiento,
para dejar de ser
manipulados inconscientemente
por nuestro propio conocimiento.

Unos elegiremos
soltarnos a la mente original,
para gozar de la vida
hasta la muerte,
entre las montañas,
el cielo y el mar.

Otros, preferiremos
crear con el pensamiento
ciudades enteras,
llenas de todo lo imaginable,
en las que disfrutar
de la vida en plenitud.

Y algunos más, decidiremos
entrar y salir
de los pensamientos a voluntad.

Todo es vacío al final,
así que,
qué más da.