Nos hemos acostumbrado
a reducir la maravilla
de estar vivos.
A pensamientos,
palabras y explicaciones,
que nunca explican nada.
Y lo peor, es que nos hemos
quedado a vivir allí,
ausentándonos de nuestra
propia vida.
Que en gozo
y silencio, se desparrama
ininterrumpidamente
por doquier.
Mejor dejarnos
de pensar y pensar,
y regresar lo antes posible
a como nacimos.
Antes de que cualquier
día, la muerte
nos saque de allí,
cuando ya sea
demasiado tarde.