Padecemos
el sufrimiento
y el apego.
Pero no estamos
dispuestos a renunciar
a la satisfacción de nuestros
deseos y al placer.
No nos damos cuenta
de que son inseparables
y solo porque hay placer
es que hay sufrimiento.
Y solo por desear
las propuestas
del pensamiento.
No aceptamos
lo que verdaderamente
somos como lo que somos.
La felicidad
y el gozo permanentes
más allá de lo soñado.