Mete una bola
en una caja grande
y súbela a un tren.
No dejará de moverse
de un sitio a otro
hasta que el tren
se detenga en su destino.
Cuándo o dónde
se pare la bola
no depende
de cuántas inútiles vueltas
haya dado dentro de la caja.
Y el tren se pondrá en marcha otra vez
y la bola rodará y rodará de nuevo
para un día volverse a parar.
Y el tren se pondrá en marcha otra vez
y la bola rodará y rodará de nuevo
para un día volverse a parar.
Así transcurre nuestra vida
como individuos,
de manera insensata
y absolutamente prescindible.
Mientras haya caja,
mientras haya bola
y mientras haya tren.
Mientras haya caja,
mientras haya bola
y mientras haya tren.