Nuestro esfuerzo es solo
necesario para
situarnos en el testigo
y permanecer allí.
Lo único que tenemos
que hacer entonces,
es dejar de atestiguar
los pensamientos
y el mundo.
Y volver
la atención del testigo
hacia el testigo mismo,
esa es la presencia,
la consciencia.
Aquí nuestra tarea acabó,
el mundo irá
dejando de reclamarnos
y todo comenzará
a suceder espontáneamente
sin nuestra participación.
Y un día,
tal vez la consciencia
se funda con el Absoluto
y ya sin sujeto,
libremente nos entreguemos
a la manifestación de nuevo.
