Para cada uno de nosotros
las cosas son como son.
Como resultado de la
interpretación automática.
Que el pensamiento
hace de los conceptos
acumulados en la memoria
de cada cuál.
Y que son todo
lo aprendido
y experimentado
desde niños.
Nos describieron
las montañas y el cielo,
nos dijeron el nombre
de cada objeto
y para qué servía.
Nos enseñaron
cómo usar las cosas,
cómo repetir las acciones
hasta perfeccionarlas
y hacerlas automáticas.
Cómo manejar
las emociones
y proteger nuestra casa
y nuestra vida.
Pero no nos dijeron
que lo dicho en palabras
eran ideas sobre el mundo,
no el mundo mismo.
Nos ayudaron a formar
un mundo de ideas,
pero nos hicieron creer
que era un mundo real,
común y objetivo
que estaba
entre todos nosotros.
Porque así lo creían
y porque así
se lo habían enseñado
también a ellos.
Y en ese mundo
de pensamientos,
conceptos e ideas,
que nos ayudaron
a crear sobre
el mundo mismo.
Vivimos atrapados
creyéndolo común a todos,
sin darnos cuenta
de que solo
en nosotros funciona.
Y que no es sino
el reflejo de lo acumulado
en la memoria,
combinándose una
y otra vez sin cesar.
Como la luna
y todas las estrellas
reflejadas en un
pequeño
charco de agua.