
Todo lo que percibimos
son nuestros propios conceptos
relacionados entre sí e interpretados
por el pensamiento.
De pequeños nos van describiendo
el mundo, hasta que lo vamos
comprendiendo y conceptualizando.
Y llega un momento en que
somos capaces de sostenerlo
por nosotros mismos.
Y establecer
nuestras propias
relaciones conceptuales.
En ese momento percibimos
nuestro propio mundo,
que es muy similar al de
aquellos que nos lo enseñaron.
Pero hemos de darnos cuenta
de que nos enseñaron
ideas, conceptos y pensamientos.
Y eso es lo que fuimos
percibiendo como cosas y
como objetos del mundo,
a medida que asimilábamos
su descripción.
Así que en realidad, vivimos
pendientes de nuestros
propios conceptos
almacenados en la memoria.
Que nunca dejaron de ser
conceptos, para pasar a ser
cosas reales objetivas
disponibles para todos,
en un mundo real
que estaba ya allí
cuando nacimos.
Por eso, cuando
los pensamientos se detienen,
todo eso desaparece
y nos encontramos siendo uno
con las montañas, el cielo y el mar,
sin interpretación alguna.
Y por qué quedan
las montañas, el cielo y el mar,
cuando todo lo demás desaparece?
Porque son el reflejo
de las tendencias kármicas
comunes, almacenadas
en la consciencia universal
alaya que lo contiene
todo desde siempre.
Un paso más atrás
y el absoluto
se hace cargo de todo.