Se nos encerró el Absoluto
en la persona
que lleva nuestro nombre
y tomó la forma del cuerpo
sin que nos diéramos cuenta.
Y todos lo dimos
por hecho.
Por eso nos pasamos la vida
mendigando un poco de placer
y rogando que la miseria
no se cebe con nosotros.
Somos el Absoluto
sin límites ni forma.
Y solo con dejar de jugar
con los objetos de los sentidos,
como si fueran a darnos
lo que no nos han dado ya
o le han dado a cualquier otro
ser humano sobre esta tierra.
El Absoluto será
libre de nuevo.
Y como conservamos
la consciencia de ser
en vida del cuerpo,
disfrutaremos de
la percepción
en plenitud,
en dicha y en paz.
Hasta que ya sin cuerpo
nos disolvamos sin más.