Lo que somos
no atraviesa
el nacimiento,
la vida, ni la muerte.
Siempre es,
sin necesidad
de saber que lo es.
Y no le afecta
para nada
lo que creamos ser,
hacer o sentir.
Podemos reconocerlo
en vida,
tras la muerte,
o tras muchas vidas.
Pero eso dá igual,
allá cada cual
con cómo quiera
consumir su tiempo.