El ego es la persona que somos,
la que lleva nuestro nombre,
nuestras características,
nuestra historia
y dentro del cuerpo
vive en el mundo.
Si rescatamos de ahí
nuestra sensación pura de ser,
sin todo lo demás añadido.
Estaremos en el
observador silencioso
de la percepción,
el testigo.
Desde donde
nos damos cuenta
de no ser el cuerpo,
ni los pensamientos,
ni la persona o ego,
ni el mundo.
Pues todo lo podemos
observar desde aquí
y modificar además
cualquier hábito no
deseado de la
personalidad y carácter
de nuestra persona.
Pero el observador,
parece ser observado también,
o no sabríamos que existe.
Lo que observa al observador,
no tiene nombre ni forma,
no es ni no es
y no puede ser observado,
pues nada hay fuera de él
que pueda hacerlo.
Es la no dualidad,
nuestra verdadera
naturaleza original,
el Absoluto,
lo que realmente somos.
Permaneciendo allí,
la percepción no cesa,
ni el cuerpo desaparece.
Pero la interpretación
automática, el sufrimiento,
el nacimiento y la muerte,
quedan substituidos por la dicha,
la plenitud y la paz permanentes
intrínsecas a nuestra
verdadera naturaleza.