Todos sabemos
que estamos vivos.
Podemos decir que
es un conocimiento,
o una sensación individual
que todos tenemos.
A lo largo de la vida,
cubrimos esa
sensación del yo
con mil características,
vivencias, conocimientos,
recuerdos y sueños.
Y nos identificamos
con esa suma total,
hasta creer ser quien
lleva nuestro nombre
y nuestra historia personal.
Eso es la persona o ego
que nos hace
olvidar el yo original,
nuestra sensación
de ser desnuda.
Si conseguimos
volver a situarnos
en el yo original
despojado de todo
lo añadido.
Nos encontraremos
en el testigo silencioso,
la consciencia.
Y si permanecemos allí
durante nuestras
actividades diarias,
volviendo una y otra vez
siempre que la atención
se nos escape
hacia los pensamientos.
Con el tiempo nos daremos
cuenta sin querer,
de que ese testigo
es el Absoluto y todo
lo percibido
su manifestación.
Y viviremos felices
y en paz, siendo lo que
siempre fuimos,
en el mismo mundo
de siempre.
Pero sin sufrimiento,
angustia, miedo,
ni muerte.
Solo plenitud, dicha
y paz.