Pasados unos días
del instante del satori,
quise repetir la experiencia.
Así es que me eché en el sofá
y renuncié mentalmente
a mis grupos de apegos.
La familia, las posesiones,
mis aficiones, mis esperanzas,
lo que me rodeaba y yo mismo.
Y en el proceso,
de repente la mente única
volvió a brillar sin mí,
iluminándolo todo
con la dicha
de la liberación.
Entonces, pude
intelectualizar
lo ocurrido.
Y saber lo que
no es posible saber
desde el lado
del pensamiento.
Abandonándome
a vivir sin más.