Nos damos cuenta.
Allí está todo lo que
para nosotros está.
De lo que no
nos damos cuenta,
nada sabemos.
Ese darse cuenta,
que sin forma concreta
no está en ningún lugar
y que por tanto
no ha nacido ni morirá
y lo compartimos con todos.
No es algo que tenemos
como una parte del cuerpo,
la mente o nuestra persona,
sino lo único que realmente somos,
nuestra verdadera
naturaleza original.
Buscarlo es inútil,
porque el darse cuenta
no puede darse cuenta
de sí mismo,
sino de aquello
de lo que se da cuenta.
Pero sí podemos
serlo plenamente.
Lo que equivale
a reconocerlo
como lo que
siempre hemos sido,
somos y seremos.
Aquí nos podemos quedar
y sin necesidad
de dar pie
a los pensamientos,
ni perseguirlos en sus
locas carreras,
vivir disfrutando en paz.
