Se nos enseña desde pequeños
a vivir permanentemente
haciendo algo,
pensando en algo
o hablando de algo
con nuestros semejantes
o con nosotros mismos.
Para así encontrar la felicidad
y huir del desasosiego,
la incertidumbre
y la inseguridad.
Sin embargo,
cuando reconocemos
nuestra verdadera naturaleza.
Seguimos haciendo,
pensando y hablando,
pero solo como
respuesta espontánea
a las circunstancias dadas.
Sin un objetivo
posterior concreto
y viviendo siempre
en plenitud,
dicha y paz.