Puede que no podamos detener
la aparición y desaparición
constante de pensamientos.
Pero sí podemos dejar de hablar
con nosotros mismos,
acerca de cualquier cosa
que se nos ocurre.
Y por supuesto, podemos evitar
perseguir los pensamientos,
a donde sea que quieran llevarnos.
Con eso basta.
El resto, ocupa
por sí mismo su lugar.