Si dejamos a un lado por un momento
nuestro interés por
los estímulos del mundo externo.
Y tampoco prestamos atención
a nuestros sentimientos internos
ni a los pensamientos.
Eso que queda,
somos nosotros.
No es algo que podamos definir,
pero sí podemos serlo.
Desde aquí, somos conscientes
de los movimientos
en el mundo externo
y en el mundo interno,
y también testigos
de todos los pensamientos.
El mundo no se detiene
si nos situamos aquí
y observarlo solamente,
no hace que desaparezca
por falta de nuestra intervención.
Podemos asistir serenamente
a su interminable fluir
sin necesidad de alterarlo,
ni modificarlo.
Porque todo
esta bien como está,
todo es lo que es
y nada nos falta.
Puede que no seamos capaces
de quedarnos a vivir aquí de golpe
y debamos intentarlo de nuevo
cada vez que la atención y el interés
vuelan hacia algún estímulo.
Pero como esto
es en realidad lo que somos,
siempre está aquí esperando
a que dejemos de interesarnos
por lo impermanente.
Y regresemos
a nuestro hogar para disfrutar
de la existencia en dicha, gozo y paz.