A partir del momento
en que empezamos
a interesarnos solo
por lo que va ocurriendo.
Sin enredarnos en el pasado,
ni preocuparnos demasiado
por el futuro.
Los argumentos de las historias
dejan de interesarnos.
Y comenzamos a disfrutar
sus sonidos y sus coloridos
tal y como aparecen
ante nosotros.
Desplegando toda su riqueza
de contrastes y matices.
Que llenan por completo
nuestra limitada capacidad
de percibir.