Ya repuestos
durante el sueño,
despertamos a la vigilia
disfrutando de la
percepción incesante.
Con toda su riqueza
de colores, sonidos
y matices impermanentes.
Sintiendo sin cesar
desde la calma serena,
en la que todo acontece.
Sin necesidad de juzgar,
ni alterar el fluir interminable,
que no deja nunca
de reorganizarse.
Arrastrados por un
cambio permanente,
que sigue su propia
espontaneidad indiferente.
Qué maravilloso
es vivir!
