Creemos que somos
como nos parece que somos
y que el mundo y sus gentes
son también como
nos parece que son.
Porque no nos damos cuenta
de que estas son solo
interpretaciones del pensamiento,
a tenor de los contenidos
almacenados en la memoria
desde niños
y que en cada cual son diferentes.
Ni lo que somos, ni el mundo,
ni las cosas, ni la gente
son por ello iguales para todos.
Y es por esto
que tropezamos continuamente
con los puntos de vista ajenos
y nada es nunca por completo
como nosotros creemos
que debería ser.
Pero bajo la red
de la discriminación
y la interpretación
del pensamiento
en la que vivimos enredados,
todo es sin más lo que es.