No somos lo que
creemos ser,
nuestra verdadera
naturaleza es otra.
Si la reconocemos,
desaparecerán todos
los sinsabores
e incertidumbres
de la vida.
Y morir ya no será
la tragedia final
que ahora
tanto tememos.
Para reconocer lo que
verdaderamente somos,
solo tenemos que
querer hacerlo
e interesarnos en ello.
Entonces, nuestro
camino particular
aparecerá y nos guiará.
Pero la ilusión
compartida y común,
de creer ser
personas en cuerpos,
no es fácil de desafiar
en un principio.
A cada uno
nos llega un momento,
en que la desesperación,
el sufrimiento y el hastío,
nos exigen una solución.
Pocos somos los
que nos liberamos
de nuestro
error voluntariamente.
Sin haber sido antes
espoleados por el dolor.