Manejamos continuamente
con los pensamientos,
los conceptos y creencias
que han dejado en nosotros
los conocimientos
adquiridos y las
experiencias tenidas
desde la niñez.
Así recordamos constantemente
cómo somos
y cómo es nuestra vida
en el mundo en el que vivimos.
Cambiar estas creencias, supone
dejar de creer lo que creemos
y pasar a creer algo
diferente o incluso opuesto.
Y la resistencia que
encontramos para hacerlo,
es la que ejerce el personaje
que creemos que posee
estas creencias.
Al que llamamos ego
y que es
nuestro nombre
y nuestra historia personal.
Lo que Shakyamuni
descubrió bajo el árbol bodhi
y todos los demás maestros
cada uno a su manera.
Es que cuando
los pensamientos callan,
la persona y todo su mundo
calla también.
Y que al regresar
el pensamiento, las creencias
dan forma de nuevo a
la persona y a su mundo.
Fuera de esas creencias,
que son consecuencias
del pasado,
no hay nada objetivo y real
aparte de las montañas,
el cielo y el mar.
Pues la resistencia
que la persona parece ejercer
contra el cambio
de estas creencias.
Es la resistencia del fantasma
que creemos
que es nuestra persona.
Ideado para conservar
estas creencias a modo de hábitos
y evitar así la necesidad
de aprenderlas cada vez.
Reunidas en un conjunto,
que nos permite
interpretar la percepción
de una manera estable.
Así que la persona,
es un conjunto de hábitos
y todos los hábitos
se pueden substituir por otros,
mediante la repetición
de patrones distintos,
usando la voluntad.
Y lo que sujeta en su lugar
todas esas creencias y hábitos,
no es una persona
rígida, fija y estable.
Sino la creencia
fundamental de ser,
que alberga todas
las demás creencias en sí.