Nuestros padres nos enseñaron
lo que a su vez les enseñaron
a ellos nuestros abuelos.
Que fue lo que aprendieron
de nuestros bisabuelos.
Y todos los que nos rodean
con sus conocimientos parecidos,
acabaron la tarea de contarnos
cómo son las cosas y el mundo.
Si todo va bien, perfecto,
vivir puede ser
un juego divertido.
Pero tarde o temprano,
casi todos empezamos
a sentirnos cargados
e insatisfechos.
Es el momento de saber
que existe
otra manera de vivir,
que no consiste solo
en seguir los pensamientos
y hablar con nosotros
mismos sobre ellos.
Que si reconocemos
la mente original,
que es nuestro estado
mental natural,
esta puede tomar el mando
y barrer de un solo golpe
todo el sufrimiento acumulado.
Para luego seguir
usando los pensamientos,
pero no ya solo para
recordar tragedias y
momentos felices que
no volverán.
Sino para crear mundos
nuevos y maravillosos
en los que divertirnos
y vivir.
Regresando cada vez
a la espontánea actividad
presente para disfrutarla
sin medida en dicha y paz.
Y esa es una puerta
de un lado al otro,
que cada uno voluntariamente
debe aprender a cruzar.