Es imposible que todo
esté siempre en su sitio.
Primero porque
nada para quieto.
Y segundo porque
el sitio que nosotros
adjudicamos a las cosas
y acontecimientos
del mundo.
No tiene nada que ver
con su lugar natural.
Cuando nos rendimos
a su constante fluir
y nos integramos
en su ritmo eterno.
Dejamos de luchar
y encontramos la paz.