Cuando las cosas van bien,
nadie quiere dejar su realidad,
aunque surjan pequeños tropiezos,
el fondo es bueno y nos gusta vivir.
Pero a veces el sufrimiento
que experimentamos en soledad
es insoportable
o a nuestra buena vida
llega el hastío.
Es el momento de cambiar,
de despertar del sueño ilusorio
de la vida
o de abandonar.
Y cada cual debe elegir
hacia dónde tirar.
Ninguno sospechamos que el gozo,
la dicha y la paz son la fragancia
de lo que verdaderamente somos
sin esfuerzo,
espontáneamente.
Pero todos podemos reconocerlo
y confirmar por nosotros mismos
que es así.