Cuando viajamos de vacaciones
todo cambia y nos parece
que somos otra persona.
Que podríamos ser
cualquier cosa
que quisiéramos.
Las nuevas oportunidades
se despliegan sin cesar
ante nosotros.
Todo es fresco y nuevo
a nuestro alrededor.
Y nos sentimos capaces
de casi cualquier cosa.
Y es que las cuerdas
a las que estamos sujetos
y que con el tiempo
acaban amarrándonos.
Dejan de estar allí
cuando nos movemos
lo suficiente debido a que
no llegan muy lejos.
Siempre hay nuevas cuerdas
a nuestro alrededor
dispuestas a servirnos
de sostén.
Y al regresar a casa
todo parece volver
también a su lugar.