Nos emocionamos porque creemos
que lo que ocurre es real
y sucede en un mundo objetivo.
Que está aquí frente a nosotros
causándonos placer o dolor
en todos sus grados.
Pero si acertamos a darnos cuenta
de que nada en realidad llega a ser
y que es todo como un sueño.
Las emociones no se disparan
forzándonos a actuar
en nuestro beneficio.
Ni tenemos que bloquearlas
convirtiéndolas en causa
de todo tipo de enfermedad.