Ocultando o reprimiendo
nuestras emociones
generamos una fuerza
que tiende a salir a la luz
y que llamamos karma.
Podemos interpretarla
positiva o negativamente
cuando llegue a tomar forma
en nuestras vidas.
Su alimento son
nuestros sueños y temores,
nuestros miedos y deseos.
Y su territorio
es el intelecto
y sus funciones.