983.- Nada falta.



Y dándose cuenta sonrió
y empezó a caminar sin rumbo.

El ruido y el silencio,
el movimiento y la quietud eran él
y sus pasos no le alejaban un ápice
de su sensación de ser
exactamente lo mismo
que todo lo demás.

Ningún pensamiento,
ni ningún sentimiento
se sumaban a su inmensa
emoción de alegría.

Nadie respondía
lo que nadie preguntaba,
ni nada había que encontrar
donde nada faltaba.

Nada que ser,
nada que hacer
en el inesperado paisaje
donde todo cabía
y estaba en su lugar.

Qué plenitud.