971.- Empieza la vida.



El intelecto no puede concebir
que haya algo fuera de sí mismo,
porque sus conceptos
son abstracciones ideales
que resumen en torno a un nombre,
determinadas características
previamente establecidas
mediante la comparación
con otras características
y diversas graduaciones
de intensidad entre todo y nada.

Así,
para el intelecto el vacío ha de ser
lo contrario a lo lleno.

En ningún caso puede concebir
un vacío lleno
o un vacío que no esté vacío,
como es el caso de nuestra
verdadera naturaleza.

Si forzamos al intelecto
a descubrir quienes somos en realidad,
poco a poco irá abandonando
las conclusiones externas,
ya que ninguna será válida
aún a su entender
y se internará en nosotros
para seguir ofreciéndonos
más posibles respuestas.

Casi al final de éste
demoledor proceso,
se encontrará desnudo
solo con el concepto
que tiene de nosotros,
enfrentado a quien busca
a ese nosotros,
cosa irracional para él
ya que el uno que somos
aparece ahora como dos:
el buscador y el buscado.

Entonces se produce una tensión
que es como un silencio,
una ausencia en la que el intelecto
debe contemplar la posibilidad
de aunar esos dos 'nosotros' en uno,
sabiendo que sin un par,
sin dos,
no puede operar.

Pero ante la evidencia,
el intelecto simplemente se para
y los pensamientos
desaparecen de repente.

Eso naturalmente
libera la atención del intelecto
y la percepción regresa
a su estado natural
y todo es gozo y alegría.

No hay tensiones,
ni nadie que haga preguntas
o busque respuestas.

Todo acabó al principio.

Y empieza la vida.