668.- Un día.



Un día entero de silencio,
de no ver a nadie,
de cobijarme
entre mis cuatro paredes blancas
viendo llover.

Un día de soledad exclusiva, 
de jazz antiguo,
de interminable botella de vino,
de nostalgias perdidas,
de añoranzas lejanas,
de silencios vacíos.

Entregado a ser lo que soy,
impotente ante mi propia angustia,
dejándome mecer por la incertidumbre
de no saber bien
qué es lo que está pasando.

Pretendiendo seguridad
sobre un lienzo de certezas en blanco.

Podría separarme de todo esto,
pero no lo hago.

Podría detener esta miseria de ser
en un mundo desconocido y ajeno,
pero elijo emocionarme hasta el llanto,
hasta el gemido,
hasta que la tristeza ya no es ni mía.

Entonces,
cuando la tarde ya pasó hace rato
y las sombras no me dejan adivinar mi cuerpo
sentado en el suelo,
me levanto, retiro la atención
y después del emocionante sueño de creerme vivo,
me despierto y olvidándolo todo me voy a acostar.